Tuesday, November 10, 2015

Soledad


Atravesar un desierto andando.
Sentir la arena que se introduce por tu garganta y raspa tus pulmones a cada respiración.
Tener los ojos secos, duele parpadear. Sentir que tus parpados se quedan como pegados a tu retina.
Gotas de sudor que te empapan y escalofríos que te hielan la sangre. 


Estar perdido en un bosque.
Tu piel arrancada por las ramas que te acarician la cara. Tropezar con las raíces y piedras, y aterrizar sobre tierra fría y húmeda.
El ruido amenazador del viento invernal paseándose por la cima de los árboles y la sombra tremenda que crean esos mismos arbustos milenarios de noche como de día. 


Flotar en mitad del océano.
La sal te reseca la cara, los labios, los ojos y la nariz, hasta las células de tu estomago.
El picor en la piel.
Estas en remojo en agua salada. Mojado pero tan reseco. Pesar demasiado como para mantenerse a flote.
El frio abrazo del océano.

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