No podía fiarse de nadie.
Toda la gente que cruzaba su camino era demasiado sospechosa.
Los pocos amigos que tenía no parecían de fiar. Podían clavarle un
puñal en cualquier momento. Lo sabía. Ya había visto a uno de ellos darle la espalda,
y no voltearse.
Le parecía ver la sonrisa borrarse de la cara de sus padres cuando le
veían. Cuando intercambiaban escasas palabras. Querían dar por terminada la
conversación lo antes posible.
Sentía escalofríos en los días en que el viento no soplaba. Se
sobresaltaba al oír ruidos inesperados, y ruidos familiares.
Oía voces. Veía sombras.
Algo amenazador y frio se insinuaba en su mente.
Ya no podía dormir en paz, no sabía la que podía ocurrir mientras su
vigilancia recaía.
Su mano adoptaba movimientos extraños. Veía,… creía ver esa misma
mano… esa mano acercarse a su cuello…
Ya no podía fiarse ni de él mismo.
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